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No he visto la película (ni tengo intención), pero esa escena ha sido suficiente para conseguir que durante una semana me haya costado Dios y ayuda deambular por casa de noche, sin encender las luces y corriendo de una habitación a otra. Oigo ruidos, crujidos y pisadas. De acuerdo, vivo con tres personas más y un perro, pero mi mente sabe a ciencia cierta que esos sonidos provienen del más allá, y yo soy la única del más acá que los detecta.
Me levanto a beber agua en mitad de la noche. Dejo una lamparita encendida en mi dormitorio y me aventuro en el piso decidida, pero evitando mirar hacia los numerosos espejos que tenemos, no vaya a ser que en alguno de ellos descubra el aterrador reflejo de un ente maligno (bueno, aunque fuese benigno me daría el mismo miedo). Es tan tarde que no quiero encender las luces para no despertar a nadie, así que voy a tientas en la penumbra. De repente siento cómo desciende la temperatura... pero no tiene nada que ver con que esté pisando las baldosas de la cocina sin calcetines, no; se trata de una presencia que se manifestará de un momento a otro, probablemente en cuanto cierre la puerta del frigorífico.
Bebo agua mientras agradezco la luz del frigo. Cierro la puerta y no sucede nada. Al salir de la cocina me obligo a desviar la vista del fondo del pasillo, donde, por el rabillo del ojo, he vislumbrado un destello de luz. Menos mal que mi cuarto está en otra parte de la casa y no necesito adentrarme en el pasillo para volver a él. Acelero el paso porque presiento que algo me sigue.
Mientras voy casi corriendo de una habitación a otra, me pregunto cómo será el encuentro con el ente que me acecha. ¿Se me lanzará al cuello profiriendo espeluznantes alaridos, o por el contrario se limitará a obsevarme, sin inmutarse, con una expresión vacía? No sé cuál de las dos opciones me aterra más.
Por fin estoy llegando a mi habitación. Me preparo mentalmente para no ser sorprendida por el espectro que seguramente me espere de pie, junto a la lamparita que dejé encendida. ¿Será una mujer vestida de negro? ¿O una joven con ropaje blanco? ¿Será un antepasado con asuntos inacabados?
Entro y no hay nadie. A la velocidad del rayo, cierro la puerta, apago la luz y me meto de un salto en mi cama. Me tapo entera con las mantas. Siento un gran alivio y mi miedo desaparece, porque todo el mundo sabe que la cama es el mejor lugar para esconderse de los fantasmas y otros atacantes nocturnos. Lo malo es que tanta tensión me ha vuelto a dar sed.