Es muy probable que en breve deba enfrentarme a un final que llevo - literalmente - media vida deseando secretamente que no se cumpla. Dentro de mí he albergado durante muchos años una tenue llamita de esperanza por una historia inacabada que tengo, precisamente por estar inacabada, idealizada. En ocasiones ese pensamiento absurdo me ha impedido darme la oportunidad de ser feliz. Triste, ¿verdad? Patético, diría yo.
¿Cómo se desidealiza a una persona, una situación que ha estado ahí en mi cabeza, en ese estado de irrealidad durante tantos años? ¿Cómo lo hago desde la lejanía tanto en en tiempo como en distancia física? Sin una oportunidad de comprobar materialmente, al más puro estilo de Santo Tomás, de ver con mis propios ojos que la realidad es muy distinta, me resulta imposible autoconvencerme de que debo poner un final a la historia y cerrar esa puerta para siempre.
¿Cómo se desidealiza a una persona, una situación que ha estado ahí en mi cabeza, en ese estado de irrealidad durante tantos años? ¿Cómo lo hago desde la lejanía tanto en en tiempo como en distancia física? Sin una oportunidad de comprobar materialmente, al más puro estilo de Santo Tomás, de ver con mis propios ojos que la realidad es muy distinta, me resulta imposible autoconvencerme de que debo poner un final a la historia y cerrar esa puerta para siempre.