Siento no haber posteado antes noticias acerca de mi última entrevista. Se me había pasado por completo, probablemente por la diligencia con la que me dispuse a aparcar la experiencia en el olvido. Digamos que en la escala de Richter en cuestión de entrevistas, la mía alcanzó un grado de 8.3, convirtiéndose así en el segundo peor desastre en este campo, por detrás de un penoso suceso acontecido hará un año por estas fechas, y cuyo mero recuerdo hace que los dedos de mis pies se encojan de pura grima.
En este caso, el de hace unos días, la culpa la tuvo un cóctel de nervios, el imponente panel entrevistador y el calibre de la mentira que estaba contando para conseguir el puesto.
Sobra decir que no lo conseguí.
Karma? Castigo divino? Hmm...